ADIOS ESTADIO AZULGRANA

 

Es oficial y no hay marcha atrás: El estadio de la Ciudad de los deportes, Estadio Azul, Azulgrana como yo lo conocí o como le quieran llamar al estadio que está junto a la Plaza México será demolido y en su lugar van a poner un centro comercial. Ya ven que casi ni hay. No puedo dejar de sentir algo de tristeza porque fue el primer estadio al que acudí a ver un partido de fútbol.

Como alguna vez conté mi padre no era lo que se decía un aficionado al futbol. De hecho, no le gustaba el futbol. El y yo dudábamos de nuestro parentesco dado que a mi si me gustó bastante desde niño. Aunque confieso que ya le he ido perdiendo el gusto: Hace años que no me paro en un estadio y en la tele solo lo veo ocasionalmente y me emociona cada vez menos. Me alivia entonces despejar la duda de la paternidad del señor a quien toda la vida llamé papá, pero lamento en ocasiones haber perdido la pasión futbolera.

Pero en 1986 me contagié de la fiebre mundialista y me volví un miniaficionado de nueve años que veía religiosamente los partidos dominicales, escuchaba programas de radio que hablaban de futbol, conocía las alineaciones de los equipos, festejé como loco los goles de Quirarte, Hugo, Servin y Negrete, vi a Maradona meter un gol con la mano y en ese mismo partido llevarse a medio equipo inglés y meter el gol mas increíble de la historia. Si, pero todo en nuestra vieja televisión Phillips de blanco y negro que cuando se comenzaba a barrer o a descomponer la imagen mi hermano le daba un buen chingadazo en el costado y solucionaba el problema. Ir a presenciar un partido de futbol al estadio en vivo era impensable, porque los estadios están al sur de la ciudad y yo vivo en el extremo norte, porque a mi padre no le gustaba el futbol y ni modo de ir solo. “Ahorita vengo ma, voy al estadio Azteca a ver el clásico, te prometo no tomar mucha cerveza y no armar trifulcas” No hubiera terminado de decir eso cuando me estaría volando un chanclazo o mi padre se comenzara a aflojar el cinturón. “Cuando pega mamá parece que está vareando frijol. Cuando pega papá, puta que lo parió” era un dicho de mi abuela y cuanta razón tenía. Y la última causa por la que nunca había ido a un estadio era porque tenían la mala costumbre de cobrar la entrada y no daba la economía para esos gustos.

Pero no hay mal que dure cien años y en 1987 se conjuntaron dos factores: Nuestra casa era lo suficientemente grande como para tener cuartos extra, rentarlos y con eso obtener ingresos. Y llegó a vivir aquí una familia compuesta por un matrimonio joven y su pequeño hijo. El papá de esa familia era un tipo llamado Toño Perez a quien por lo flaco le apodaban El charal y era bastante bonachón, divertido, amable, y muy aficionado al futbol y al igual que yo le iba al mejor equipo del mundo: El América. La suya.

Me hice muy amigo de él y convivíamos mucho. Veíamos juntos el fut, me invitó para ir a verlo jugar en el equipo de su fábrica. A veces comía con ellos. Mi papá ya me veía con cierto odio por haber conseguido otro papá y yo a él por no gustarle el futbol.

Pero como dije se combinaron dos factores. El otro fue que el Atlante fue comprado por el dueño de la marca Garcís, Jose Antonio García quien entre una de sus ideas innovadoras para mejorar la asistencia al estadio azulgrana, era no cobrar las entradas. Acceso gratis para ver el partido a todos los que quepan. Para quien no lo sepa el verdadero negocio de un estadio no es el costo del boleto, ahí quienes ganan son los revendedores. De lo que viven los equipos es de la venta de cervezas, refrescos, papas, hamburguesas y todo lo que consuma el aficionado dentro del estadio. Así que Toño García pensó que era mejor jugar ante estadio lleno pues a mas asistencia, mas consumo. Pero no contaba con que de lo que se iba a llenar, era de gente amolada que solo siendo gratis podía ir al estadio y obviamente no consumían. “Nos convenía más cuando cobraban porque venían verdaderos aficionados” Se quejó una vendedora en un reportaje que escuché por esos días.

-Vamos el domingo al estadio del Atlante, va a jugar contra el Necaxa. ¿Quieres ir? Es gratis.

-¡¡¡¡SIIIIIII!!!! -Contesté como si me acabaran de preguntar si quería helado-. No sabía que me emocionaba más, saber que iba a ir a un partido de primera división, que iba a salir, que era gratis. Hablé con ese señor que vivía en la casa, que diga mi papá y después el mismo Toño Charal habló con el pidiéndole que me dejaran acompañarlos y mi padre sabiendo que era una salida en plan familiar, que eran buenas personas y que ya quería que dejara yo de estar fregando pidiéndole que me llevara al estadio, accedió al instante.

Largas filas para entrar y el hecho de que llegamos tarde no nos desanimaron. En los accesos los policías se encargaban de que nadie introdujera periódicos, refrescos, sándwiches, tortas, botanas ni nada de lo que se tenía que comprar adentro. Como consecuencia había montañas de todo eso. Se llenó de pelados el estadio pues. Bueno de por si no es que precisamente vaya gente muy elegante al futbol, pero estoy hablando de que fuimos la gente que nunca íbamos.

Al entrar no podía creer que existiera algo tan verde como una enorme cancha de futbol. Las que yo veía eran grises en la tele. De hecho no solo la cancha sino el estadio en si me impresionó pues estaba seguro de nunca haber visto algo tan gigantesco. Y eso que estamos hablando del menos grande de los tres estadios de la Ciudad de México. En cualquier otro lugar del país sería un estadio muy grande pero aquí, se quedó chico junto al Azteca y C.U. Estadios a los que fui después pero siempre me voy a quedar con la primera impresión de entrar al azulgrana, verlo repleto, ver esa cancha de un verde indescriptible y ver a los jugadores que solo conocía en televisión. Ricardo Pelaez, Juan Hernández, Nacho Rodriguez, Lalo Moses, Nicolás Navarro. No recuerdo el resultado final. Yo no le iba a ninguno así que era lo de menos. Salí muy emocionado caminando en medio de la multitud oyendo en mi interior la voz de mis padres que me repitieron mil veces antes de salir “No te vayas a separar de ellos, va a haber mucha gente”.

Y asi íbamos cuando otra maravilla apareció ante mis ojos: los puestos de souvenirs. Banderas, banderines, los uniformes de los equipos, las gorras que traían a la mascota de peluche en la frente y con unos hilos de nylon le jalaba uno abajo y hacia que aplaudiera, vasos, tazas, unas réplicas de uniformes en miniatura muy detalladas. Yo nunca había deseado tener nada. Era como San Agustín, deseaba poco y lo poco que deseaba, lo deseaba poco. Bueno como a todo niño, Chabelo me hacía sentir que mi vida no valía la pena si no tenía una avalancha y cosas así pero solo en época de Reyes. Pero el resto del año me la llevaba muy tranquila. Mas cuando vi todos esos souvenirs me dije a mi mismo “tengo que tener esa playera, y esa bandera, esa gorra, y voy a coleccionar las replicas de uniformes en miniatura para llevarlas a la escuela y que me digan “que chingonas están tus uniformes en miniatura, ¿dónde las compraste? Y yo les conteste dándome mi taco. “Pues por ahí, me costaron bastante caras pero pues uno se da ciertos lujos”

-Oye, pregunta cuánto cuestan esos uniformes para ahorrar y venir luego a comprar algunos.

Volteé a decirle a Toño, quien estaba junto a mí, también embelesado como yo y toda su familia por los souvenirs. O eso supuse todo el tiempo que fueron varios minutos en los que estuve baboseando las cosas, mientras la gente no dejaba de transitar a la salida del estadio. Porque volteé para un lado, luego para el otro, luego me paré de puntas para ver si los veía por algún lado. Pero no estaban.

En la madre. ¿Y ahora? No me sabía regresar. Temí aparecer en canal 5 al servicio de la comunidad y que cuando saliera yo dijera don Melquiades el locutor: se le encontró deambulando afuera del estadio del Atlante, padece de sus facultades mentales.

Me quedé parado, luego caminé a ver si los encontraba. Pasaron varios minutos y yo me comencé a angustiar. No lloré, pero si comencé a considerar la posibilidad de acercarme a un policía a preguntarle si no habían visto a una familia que no era la mía, pero a la que le faltaba un niño como yo. En eso sentí una mano en el hombro, volteé y al ver a Toño me volvió el alma al cuerpo. Ahí estaba mi buen amigo, el bonachón, el siempre amable, sonreí y le iba a comenzar a contar de los souvenirs cuando se le descompuso la cara y me agarró del brazo y comenzó a caminar sin soltarme, mientras me decía:

-Chacho pendejo, ¿Para qué chingados te quedas?, ya le dimos toda la vuelta al pinche estadio buscándote. A ver, ¿Qué cuentas le iba a entregar a tu padre? Ah, pero si todo por quedarte a babosear las cosas. ¿Qué tal si te roba algún cabrón? ¿A ver que no te pones a pensar? ¡Órale, camínale, ya vámonos!

Entiendo que se había asustado bastante al darse cuenta que me les había perdido. Pero si me sacó de onda que me regañara. Regresamos en silencio hasta la casa a bordo de un antiguo Ruta100 y luego un camión chimeco.

-¿Qué pasó?, ¿Qué tal estuvo el partido? ¿Cómo les fue? -Preguntó por triplicado mi papá al verme entrar.

-Bien.

– ¿Pero que más pasó? ¿Por qué vienes encabronado?

-Nada.

-Uchales, tantas ganas que tenías de ir.

Debe haber pocas cosas más angustiantes que perder un niño. Para los papás y para el niño. Afortunadamente lo mío fue cosa menor y solo es una anécdota. Que todo aquel a quien le pase siempre encuentre a su pequeño sano y salvo es mi deseo.

Por lo demás, se va el Estadio Azul. El viejo estadio azulgrana que yo conocí. Los de los edificios aledaños que veían los partidos desde sus ventanas se conformarán con ver el techo del centro comercial en vez de la hermosa cancha. En su lugar habrá tiendas muy llamativas, cines con veinte salas, área de comida gigantesca. restaurantes de todo tipo. Probablemente algún domingo a medio día iré y cuando esté en pleno vestíbulo, observando algún aparador, de repente voltee y vea a lo lejos a Rafa el wama Puente bajo los tres palos despejar largo sobre la enorme cancha de un verde increíble, buscando a Basaguren quien recibe y toca en corto para el Pueblita Fuentes, cambio de juego hacia el profe Pepe Cruz quien busca en profundidad a Lalo Moses, Moses busca en el área al travieso Guzmán, recorte de la defensa pero cae a los pies de Horacio Casarín quien se anima a tirar desde fuera del área y Gooooooooooooooooool.